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lunes, 18 de febrero de 2008














La pobreza puede analizarse desde varios enfoques, algunos de los cuales pertenecen al campo de la moral, como la degeneración de la familia o la adicción a las drogas; otros, como los prerrequisitos para la madurez legal y la tranquilidad doméstica, pertenecen al campo de la política; y otros son del dominio de la ciencia económica. En este ensayo nos limitamos a las causas económicas, aunque simpatizamos con los moralistas, sociólogos y científicos políticos, quienes se ocupan de otros aspectos vitales del problema de la pobreza.

FALSAS CAUSAS DE LA POBREZA
La pobreza no es producto de recursos naturales insuficientes ni de un territorio nacional reducido, ni tampoco de altos niveles de analfabetismo, ni de falta de preparación técnica.
Tampoco es causa la presencia de compañías multinacionales que venden leche en polvo, fórmulas de cola, o gasolina a los mercados mundiales.
La miseria de los pobres no es provocada por el hecho de que algunas personas o compañías son ricas, ni porque la brecha entre ricos y pobres se ensancha. La avaricia y la especulación no son las culpables.

ACTITUDES QUE PERPETÚAN LA POBREZA
La segunda raíz de la pobreza son algunas actitudes que impiden el progreso, que están en boga general. Estas actitudes son de naturaleza personal, pero suelen generalizarse a tal punto que se convierten en características de grupo de naciones. Algunas actitudes son propias del Tercer Mundo, y frenan su crecimiento inicial, tal como la indolencia, la indiferencia, y la resistencia al cambio. Otras se adoptan más adelante, después de que el Tercer Mundo comienza a imitar las costumbres del primer mundo, tal como la fuerte dependencia sobre sindicatos o gobiernos. Estas segundas actitudes también están presentes en todos los países mas avanzados, donde logran retrasar el crecimiento, pero son devastadoras cuando afectan a las economías emergentes de los países pobres.


Las siguientes son algunas de estas actitudes:
—Tengo derecho a vivir sin molestias de mis actividades agrícolas tradicionales, como lo hicieron mis antepasados.
—Conforme la sociedad trasciende los restos del feudalismo, yo demando el derecho a mi propia tierra, aún si debe quitársele a alguien más, para crecer en ella mi maíz o fríjol o arroz.
—Indistintamente de cuánto produzco, tengo derecho a tener un ingreso suficiente para poder disfrutar de todas las comodidades de la vida moderna, aún si para ello es necesario que se me apoye con precios fijos o subsidios que mejoran mi nivel de vida.
—Yo me conformaré con sentarme en una esquina a vender chicle a los peatones. Si soy estudiante, estudiaré lo menos posible. Si soy empresario, venderé lo que hoy me genere mas utilidades, sin importar los beneficios a largo plazo para mí o quienes me rodean.
—Trabajaré si no tengo alternativa, pero siempre haré lo menos posible, levantándome lo más tarde posible, haciendo únicamente lo que se me obliga a hacer o lo que debo hacer hoy y no puedo posponer, inyectándole a la tarea el mínimo esfuerzo y ninguna iniciativa personal, tomando ventaja de cuánto atajo pueda, y dándome por vencido en cuánto pueda. Siempre promoveré un horario de trabajo más corto, fines de semana más largos, más vacaciones y feriados, y un retiro pagado más pronto.
—Yo no me considero responsable de mi destino. Mi empleador me debe no sólo mi trabajo y mi salario, sino también tiene muchas otras obligaciones para conmigo, tales como mejores condiciones de trabajo, planes médicos, y el establecimiento de adecuados mecanismos para canalizar mis quejas. El empleador es un adversario de los empleados, y debe ser controlado y censurado cuando no provee aún mayores beneficios y utilidades. Adicionalmente, lo considero un egoísta capitalista, interesado exclusivamente en acumular una fortuna personal y listo para aprovecharse de mí en cualquier momento.
—Yo delegué en mi sindicato el derecho de velar por mis intereses. Considero que los sindicatos han sido las principales entidades promotoras del bienestar de los trabajadores, que mantienen vivo el espíritu de enfrentamiento con el empleador. El sindicato debe tener poder absoluto para negociar y obligar al empleador a hacer mejoras continuas en mi condición de vida, usando cualquier medio. En el Tercer Mundo, los sindicatos tienen la función básica de obtener para sus afiliados los mismos beneficios de los cuales gozan los trabajadores sindicalizados del Primer Mundo.
—Yo estoy convencido de que el gobierno no es sólo responsable de proteger a mi sindicato y amonestar a mi empleador, sino también debe asegurarse de que mi salario sea continuamente aumentado. Un apoyo en los períodos en que me encuentro desempleado, enfermo o incapacitado para trabajar, y en mi vejez. El gobierno también debe asegurarse de que los precios, las tarifas de camioneta, y las rentas que yo pago sean tan bajas como es posible, y que la calidad de todo lo que compro sea excelente.